Del mat a la India: Mi viaje de yoga, ayurveda, sincronicidad y autodescubrimiento
Hace nueve años comencé a practicar yoga buscando una actividad física que me ayudara a disminuir el estrés, superar una ruptura amorosa y encontrar un nuevo sentido en la vida. Fue así como me inscribí en un centro de yoga a unos pasos de la oficina donde trabajaba. Sin saberlo, esa decisión plantaría en mí una semilla que, con el tiempo, me llevaría a cumplir un sueño: viajar a la India.
El inicio del sueño: La India en mi mente
A medida que profundizaba en mi práctica de yoga, comencé a seguir en redes sociales a personas apasionadas por esta disciplina. Fue entonces cuando se despertó en mí el deseo de conocer la India, cuna del yoga. Al principio, pensaba que mi viaje sería para hacer una certificación o profundizar en mi práctica, pero con el tiempo, esa idea se transformó.
Sin embargo, las redes también me llenaban de dudas y miedos: ¿Es seguro viajar a la India sola? ¿Sería mejor ir en grupo? Así que por un tiempo dejé el viaje en mi Bucket List, como algo que haría «algún día».
La sincronicidad de la vida
En 2022, mientras viajaba sola por Qatar y algunas ciudades de Europa, descubrí en redes a dos mexicanas que se encontraban en la India, cada una por distintos motivos. Verlas reavivó en mí el anhelo de hacer ese viaje. Volví con la certeza de que pronto comenzaría a planearlo.
A inicios de 2023, sucedió algo que sentí como una señal: recibí un correo de una maestra de Ayurveda que había seguido por años. Ella organizaba un viaje a la India para hacer un panchakarma, un proceso de desintoxicación ayurvédico. ¿Casualidad? Yo elegí pensar que no era casualidad, sino una sincronicidad de la vida diciéndome, ahí comienza tu viaje a India.
La idea de regalarme esa experiencia por mis 40 años me pareció hermosa. Sin embargo, algo no terminaba de convencerme, el costo me parecía elevado para mis circunstancias en ese momento. Y después de mucho pensarlo, decidí no hacerlo.
Una segunda oportunidad
Ese año, en el otoño viajé con una de mis mejores amigas por Europa como parte de mi celebración por 40 años, pero la espinita de India seguía ahí. Entonces, a finales del año la misma maestra anunció un nuevo viaje para 2024, con un peregrinaje previo antes del panchakarma, y organizándolo ella con otro grupo de mujeres que en conjunto me hacían sentir una energía más alineada conmigo.
Decidí que ahora sí lo haría, enfocándome en el «cómo sí» podría lograrlo. Era mi forma de honrar mi vida hasta ahora, agradecerme y prepararme con salud y energía para los próximos años.
El viaje comienza
Desde los meses de preparación fueron emocionantes. Las reuniones por zoom, lecciones de ayurveda, comenzar a conectar con los que serían mis compañeros de viaje. Y así, sin darme cuenta llegó el día de comenzar mi camino a la India.
Cuando llegó el día de partir, estaba en España, después un viaje con mi mamá, hermana y sobrina y un par de semanas conociendo yo sola otras ciudades. Mi vuelo salía temprano desde Madrid y al amanecer, mientras me dirigía al aeropuerto, sentía que iba en el camino correcto de mi vida. Después de una escala en Abu Dhabi, finalmente llegué a Delhi.
Desde que bajé del avión, percibí la energía especial del lugar: señales, mudras y símbolos espirituales. Sin embargo, al salir del aeropuerto, me impactó la cantidad de personas ofreciendo transporte, algo que me recordó a Marrakech, pero que me hizo darme cuenta de “estás en el país más poblado del mundo”. Mi guía llegó rápido, un hombre de Jaipur con un español fluido que me hizo sentir bienvenida.
Ser parte de un grupo
Este era mi primer viaje en grupo con desconocidos. Me tocó compartir habitación con alguien que apenas conocería y era momento de adaptarme a las dinámicas del grupo. A pesar de la incomodidad inicial que representa lo desconocido, lo viví como una experiencia de crecimiento y conexión. Creo que el estar con un grupo de más de 40 desconocidos pero que todos tengamos un fin común, hizo ligero este proceso.
El impacto del peregrinaje
La primera etapa constaba de un peregrinaje por 12 días. Recorrer algunas ciudades de la India fue transformador. Había escuchado opiniones diversas sobre el país: algunas personas lo amaban, otras decían que nunca volverían. Mi primera reacción, debo admitirlo, fue cuestionarme: «¿Qué hago aquí?» No me impactó el caos, porque vengo de México y estoy acostumbrada a calles con tráfico y multitudes. Pero sí me abrumó el calor y la humedad. Me sentía hinchada y mi cabello era un desastre. ¡Qué superficial puede sonar, pero en el momento realmente lo pensé!
Sin embargo, decidí fluir. Me abrí a la experiencia y al presente. Descubrí que, aunque al otro lado del mundo la vida es completamente diferente, en esencia, todos somos iguales.
Este viaje fue mucho más que un destino en mi Bucket List. Fue un encuentro con mi espiritualidad, una oportunidad de salir de mi zona de confort y una experiencia que quedó grabada en mi corazón. La India me enseñó que la vida, como el yoga, es una práctica constante de adaptación, presencia y conexión con uno mismo.

