A tu ritmo
En esta vida, una de las creencias con que se nos educa y bajo la que la sociedad hace que vivamos, o al menos lo intenta, es que para cada etapa de la vida hay un determinado tiempo.
Es decir, hay un “tiempo ideal o perfecto” para cuándo debes casarte, cuándo tener hijos, cuándo ser exitosa profesionalmente… y así la presión por “cumplir” lo que se supone que debes vivir se vuelve intensa, lo que muchas veces lleva a anteponer esto que nos dicen sobre lo que en realidad queremos vivir.
Desde mi historia, si bien durante mi juventud me sentí con la necesidad de justamente cumplir de esos tiempos y entonces me creí la idea de que soñaba con desde joven ser exitosa profesionalmente, pero además igualmente joven casarme y tener hijos; no sé si sea por mi propia forma de ser, mis elecciones de vida o “lo que me tocaba vivir”, nada de eso ha pasado en mi vida.
Sí, eso de ser una profesionista exitosa no te niego que aún pesa sobre mi espalda, apachurra mi corazón y me llega a frustrar; porque siento que a pesar de tener todo el potencial y capacidades para serlo, he permitido que mis creencias limitantes e inseguridades me paralicen; de lo cual en algún otro post hablaré.
Pero en cuanto a casarme o tener hijos, mirando en retrospectiva mis 40 años de vida; me doy cuenta que a pesar de que me conté esa historia de querer ambas cosas desde joven, no las viví porque hubo otras cosas y elecciones que tomé que me llevaban por un camino distinto a eso, de lo cual en lo absoluto me arrepiento, de hecho todo lo contrario.
Sé que venimos de generaciones anteriores donde la vida de una mujer se centraba en nacer, llegar al momento en que estuviera lista para dar vida y entonces casarse, así como comenzar a tener un hijo tras otro. A partir de ese momento dedicarse a su casa, su esposo y sus hijos; después llegarían los nietos, bisnietos, hasta el momento en que su vida llegara a su fin.
Esas generaciones son las que nos educaron, nos explicaron la vida y entonces nos decían que así tenía que ser también nuestra vida.
Y no es que piense que eso esté mal o bien, creo que al final se trata de que cada persona elija lo que le hace sentir bien, lo que le hace feliz. Por lo que de ahí viene el que hoy te quiera compartir que la vida cada una podemos y debemos vivirla a nuestro ritmo.
Sin duda el reloj biológico marca un camino y límites en cuanto a cuándo tener hijos, pero más allá de eso, el margen podría decirse que es amplio como para no tener la necesidad de apresurar esa decisión.
Respecto a compartir la vida con una pareja, para mí no se trata de una fecha ideal ni única, ya que quizás a lo largo de la vida compartas periodos de tiempo con distintas personas, que sean las personas correctas, en los momentos correctos, durante el tiempo correcto. Y entonces, si bien aún no pierdo la esperanza de encontrarse a alguien con quien pasar “el resto de mi vida con él”, lo que quiera que eso signifique en tiempo, es que no creo que debamos engancharnos con la idea de que debimos conocer a “nuestra pareja ideal” siendo jóvenes para compartir juntos toda la vida.
Me parece extraordinario que existen personas que se encuentran en edades tempranas y desde ahí tienen claro que quieren pasar toda la vida con esa persona y así sucede; creo que debe ser lindo ir creciendo, madurando y evolucionando en pareja, aunque imagino que también debe ser muy retador. Pero también creo que a quienes no nos tocó esa experiencia y entonces llegamos a una edad donde hay quienes dicen “ya se nos fue el tren”, que de pronto llegue esa persona con quien a partir de ese momento decidas compartir un tiempo o todo el tiempo que te quede de vida, debe ser también mágico.
Y en cuanto a lo profesional, tampoco creo que se nos agote el tiempo. He visto algunas historias de personas que lograron el éxito a mi edad o incluso mayores; que pusieron su negocio con el cual se hicieron millonarios después de la mitad de su vida; quienes de pronto decidieron cambiar su rumbo profesional y eso los llevó a crear negocios extraordinario.
Yo recuerdo que cuando salí de la carrera estaba trabajando, y entonces cuando decidí salirme de ese trabajo en búsqueda de otro, desde ahí ya “me sentía vieja” para cambiar de giro, para trabajar en algo distinto, para construir un camino profesional en una empresa multinacional porque sentía que me había tardado pues para lograr eso debía haber sido ese mi primer trabajo, pues ahora ya no les interesaría mi perfil.
Eso lo pensé desde aquellos tiempos y si bien hoy en día no lo veo con arrepentimiento, pues creo que mi vida tomó el rumbo que debía ser, todo ha sido perfecto tal como sucedió; pero en varias ocasiones si he pensado qué habría pasado si hubiera dejado de lado esas creencias y hubiera asumido mi poder personal, para hacer realidad lo que quería en cuestiones profesionales; qué habría pasado si no me hubiera creído que “iba tarde”.
Es por ello que hoy te digo a ti y me lo digo a mí; que dejemos de compararnos. Nuestro proceso de vida, nuestro camino, nuestras experiencias y lecciones son distintas para cada persona, de tal forma que no iremos todos en el mismo ritmo, no lograremos lo mismo a la misma edad, en el mismo momento; incluso podemos querer que no suceda algo en nuestra vida que otros nos han dicho que “eso debemos vivir”. No somos más o menos que otros si logramos algo que otros no o viceversa; no somos mejores o peores si elegimos algo en nuestra vida o no. No hay un tiempo para lograr algo, no vamos antes ni después de nadie, vamos a nuestro paso.
Si en algún momento piensas que vas tarde, que ya no estás en edad para hacer algo, que ya se te pasó el tren, que debes hacer cosas “para gente de tu edad”; suelta todas esas creencias y atrévete a vivir en tus términos, a elegir qué quieres hacer a cada paso, a reconocer que la vida se debe vivir a nuestro propio ritmo, pues es un viaje personal.

