Siempre creí que «iba tarde»
Ninguna de nosotras llegamos a esta vida preparadas para vivirla y, de hecho, supongo que es parte de su magia.
Sin embargo, algo que ahora a mis más de 40 años me ha de cierta forma atormentado es que siempre creí que “iba tarde”.
No sé cómo esa creencia limitante se instaló en mí, pero llego a pensar que está tan enraizada en mi ADN, que junto con otras de mis características de personalidad me he sentido incapaz de romper con ella para vivir mi vida con otra mentalidad. Entonces, tengo esa creencia y la creencia de que no puedo soltar esa creencia, jaja.
Y esta creencia está ligada en términos de mi desarrollo profesional y también personal, que a la vez vinculo con esos patrones y estereotipos que nos dicta la sociedad que son los correctos y que todo ser humano o incluso como mujer debemos cumplir.
Me explicaré un poco más, por si no he sido clara con mi “ir tarde”. En muchas ocasiones, básicamente me he sentido “demasiado vieja” para hacer ciertas cosas por primera vez o para conseguir algún logro específico.
Cuando miro hacia atrás encuentro una de mis primeras referencias en lo profesional, recordando cómo recién salida de la universidad creía que ya no estaba a la altura ni con la edad para conseguir un trabajo en una empresa multinacional donde pudiera hacer carrera o incluso en un equipo de fútbol donde pudiera enfocarme en marketing deportivo.
Y mira que no era que me viera entrando directo al puesto de Directora, sino que creía que ya era vieja para incluso entrar a un puesto inicial, como becaria o asistente; pues sentía que por haber hecho mi servicio social y primeros meses laborales en otra empresa pequeña, había dejado ir la oportunidad y el tiempo para haber entrado antes al tipo de empresa que me ilusionaba entrar (o que me habían dicho era lo que cualquier profesionista debía lograr); y entonces, ya no me sentía merecedora por mi edad y capacidades a una posición en una empresa así.
Pasó el tiempo y mi camino profesional fue tomando su rumbo, no sé si como quería o imaginaba, pero si como creo debía ser y del cual tampoco me arrepiento, pero si con la espinita de que conforme el tiempo pasaba yo me hacía más vieja.
Después en otro momento, renuncié a una empresa donde disfruté mucho trabajar, pero en la cual aún con mis capacidades, lo que había hecho y demostrado, no me quisieron ascender, con el pretexto de que “estaba muy joven para el puesto” y entonces decidí irme. Pero nuevamente al encontrarme ante la búsqueda de empleo, al contrario de lo que ellos pensaban, yo me sentí “tan vieja” para encontrar algo distinto retomando aquella idea de querer hacer marketing en una empresa grande o marketing deportivo, que yo misma me decía que no podría obtener un puesto así y entonces ni siquiera me postulaba o hacía solo mínimos intentos por ese tipo de empleo.
Más adelante, ya pasando mis 30s, cuando nuevamente estaba ante la búsqueda de un trabajo, de plano ya sentía que mis mejores años se habían pasado y entonces conseguí un empleo que me pareció interesante, pero que en el fondo también estaba eligiendo porque sentía que “ya no estaba en edad de elegir, sino de aceptar lo que me tocaba”.
Un empleo que agradezco y disfruté mucho, pero nuevamente, al mirar atrás cuando ya no estaba ahí sentía que “se me había ido la vida y mis mejores tiempos”.
Fue hace unos años, que en plena pandemia renuncié a ese trabajo porque ya no quería una vida godín y quería alinear mi vida con el estilo distinto y, si bien cerrar esa puerta me ha abierto otras que se han ido alineando con lo que me gusta y disfruto, muchas veces sigue viniendo a mí esa idea de que ya estoy vieja para andar cumpliendo mis sueños.
Y sé que la responsabilidad es absolutamente mía por haberle permitido a esa creencia limitante acompañarme en el camino y dejarle control sobre mis decisiones, pero también se ha visto alimentada sobre todo para seguir en mí en la actualidad cuando veo en los sectores que a mí me interesan y en los que quiero contribuir, a personas muchísimo más jóvenes logrando sus sueños, rompiéndola mientras están el la flor de la juventud, jaja, o haciéndolo increíble porque creen en ellos mismos, porque no se ponen pretextos y han accionado.
Es así que llegan sentimientos acompañados de preguntas como ¿por qué a tus 20s no te diste cuenta que era el momento perfecto para hacer X? ¿Por qué tus 30s los viviste pensando que ya estabas vieja y no aprovechaste algunas oportunidades que si ahí hubieras tomado, hoy te tendrían en otro lugar?
Y luego llego a la reflexión desde mi perspectiva más importante, ¿por qué en este momento presente sigues pensando que vas tarde cuando existen muchas personas que se han reinventado, han tenido éxitos en algo nuevo o en algo en lo que trabajaron toda su vida; han logrado sus sueños a los 40s, 50s, 60s, 70s?
Es así como me di cuenta que quería compartir contigo este tema, porque sé que muchas personas como yo podrían estar pensando que “ya se les fue el tren”, a nivel profesional pero también personal; que “ya no están en edad para andar haciendo X o Y”; y en realidad es permitirle a nuestra mente que nos controle con esas creencias limitantes que nos alejan completamente de nuestra autorrealización y de la certeza de que no importan factores como la edad para merecer que algo que deseamos pase en nuestras vidas.
En mi caso, así como lo que te cuento a nivel profesional también esa creencia la he tenido en lo personal con el tema de tener una pareja, hijos, formar una familia o simplemente sentirme autorrealizada con la vida que algún día imaginé y que hoy estoy muy alejada de ello; pero que a la vez me siento vieja para comenzar a crearla y entonces solo me dejo llevar en el fluir de la vida y lo que ésta me presente.
Y no es que crea que tengo una mala vida, de hecho todo lo contrario, me siento agradecida, bendecida y afortunada de todo lo que he vivido. Sé que en el fondo, así tenía que ser, he vivido lo que tenía que vivir y estoy donde debo estar; pero hoy hago consciente que todas esas veces que creí que “iba tarde” estuve equivocada, me dejé limitar por mis pensamientos y trunqué algunos sueños.
Entonces llego con esta reflexión para hacer aún más consciente que tengo esa creencia limitante, de tal forma que pueda ir descifrando cómo eliminarla y transformarla en algo que nutra mi vida, que me permita recordarme en todo momento cuando dude de mí que no hay un “tarde o temprano”, que siempre estoy en el momento perfecto para hacer realidad cualquier cosa que desee y que solo dependerá de mi convicción, enfoque, constancia, disciplina, pasión y acción para que se haga realidad.
Es así como quiero cerrar esta reflexión, invitándote a que si en alguna ocasión has sentido que vas tarde, o si en tu vida presente lo sientes, que juntas nos demos ese impulso para sabernos en el momento perfecto para cumplir cualquier sueño o meta.

